Apollo 18

Parece ser que los falsos documentales o “mockumentaries” han invadido los cines a lo largo de esta última década, o más bien, las estanterías de tiendas y videoclubes. Y es que si en cines tenemos uno cada dos meses, los productos destinados al mercado doméstico triplican esa cifra. Su éxito se debe a dos factores principalmente, el bajo presupuesto necesario para la realización de la película y su fácil rentabilidad por muy pocos fans que tenga.

Enmarcado en ese género tan prolífico nos encontramos películas peculiares como la reciente “Carmina o revienta” de Paco León, pasando por invasiones alienígenas grabadas desde la cámara de un coche policía, brujas, bichos mutantes y lo que se ponga por delante.

La última idea hollywoodiense ha sido cuanto menos original. “Apollo 18”, nombre de la película y de la última y “encubierta” misión por parte de los EE.UU a la Luna. Son enviados tres astronautas, uno se queda en orbita y dos descienden a la roca. Allí les esperan unos cuantos descubrimientos que se las harán pasar canutas.

La película en si es un tanto lenta, aburrida e incluso exasperante. De la hora y media que dura la película solo se ve algo interesante en los últimos 10 minutos. El resto es un compendio de imágenes de archivo, conversaciones sin la menor importancia entre los astronautas y más imágenes de archivo.

Aun así el ejercicio de Gonzalo López-Gallego, español director de la película, es bastante decente. Con el bajo presupuesto que posee la película (5.000.000 $) logra crear una ambientación muy conseguida. Los astronautas y su equipamiento, la gravedad cero, el suelo rocoso de la luna, el propio módulo lunar, los rovers… todo parece completamente real. Salvo un par de fallos protagonizados por dos escenas en las que el suelo de la luna se ve completamente lleno de pisadas y algún que otro “salto temporal” por culpa de un precipitado montaje, la calidad técnica es impecable.

Hay que reconocer también que la historia no es una gran baza. Es más de lo mismo, pero esta vez en la luna, con unos cuantos milloncejos menos en el presupuesto y con menos movimientos de cámara que en un partido de ping pong. Y es que el largometraje se hace muy aburrido, tanto por su ritmo lento como por los pocos incentivos que la trama arroja al espectador, concentrándose toda la acción en el tramo final.

Punto y a parte merecen los susodichos alienígenas del film. Ni son bípedos, ni humanoides, ni bestia gigantes… nada. En este caso han elegido como mal asesino a unas piedras lunares. Si, no estoy de coña. Las piedras que hay en la luna cuando nadie las mira (son muy vergonzosas) les salen unas patitas tipo araña y se pasean por la nave en cuestión. Pero ¿Qué mal te puede hacer eso? Pensareis. Nada más lejos de la realidad, te abren en canal, se introducen y se extienden por el torrente sanguíneo causando entre otros males sangrado de ojos, que parece que este último síntoma acojona en demasía al personal.

Al final todo se reduce a planos de 20 minutos en los que, en el último segundo, se ve mover alguna piedra cual móvil en vibración y el descontento de los astronautas por el engaño del departamento de defensa de los EE.UU. Y es que los estadounidenses no pueden dejar a un lado ni la competición y engaño de los rusos, que también andan por allí, ni las conspiraciones políticas que desayunan todos los días.

Resumen:

Una más. Ni más ni menos.

Melchian